
🎻 Juventino Rosas: el ilustre guanajuatense que hizo que el mundo bailara “Sobre las olas”
Juventino Rosas no solo compuso valses, sino también polcas, mazurcas y marchas, fusionando la elegancia europea con la sensibilidad mexicana.


En cada guitarra que suena, en cada voz quebrada que canta al amor o al abandono, ahí está él: el guanajuatense que convirtió la vida en canción y la canción en eternidad.
Los Rostros del Bajío20/11/2025
Contorno BJXEn el corazón de México, en la tierra donde nació la Independencia, surgió también la voz que cantaría las penas, los amores y las verdades más profundas del alma mexicana. José Alfredo Jiménez Sandoval, nacido en Dolores Hidalgo, Guanajuato, el 19 de enero de 1926, no solo fue un compositor: fue un narrador de vida, un retratista de emociones, un poeta sin escuela que transformó el dolor en canción y el amor en eternidad. Hoy, su legado lo coloca como el personaje guanajuatense más trascendente de todos los tiempos.

Su historia comenzó en un entorno humilde. Hijo de José Jiménez y Carmen Sandoval, creció en una familia de recursos limitados, donde el trabajo era una necesidad diaria. Cuando él apenas era un niño, su padre falleció, hecho que marcó profundamente su carácter y lo obligó a madurar antes de tiempo. Su madre, fuerte y determinada, hizo todo lo posible por sacar adelante a sus hijos, y ese ejemplo de resistencia acompañaría a José Alfredo toda su vida.
Estudió en la escuela básica de su pueblo, pero la necesidad económica lo obligó a abandonar los estudios muy joven. En vez de libros y cuadernos, la vida le dio trabajos: fue repartidor, mesero, ayudante de farmacia, vendedor y hasta futbolista amateur. Pero había algo que siempre lo acompañaba: una libreta invisible llamada inspiración. Observaba a la gente, escuchaba conversaciones en las calles, en las cantinas, en las plazas, y guardaba en su memoria frases, gestos, miradas y despedidas que más tarde convertiría en canciones inmortales.

A finales de su adolescencia emigró a la Ciudad de México, decidido a probar suerte. Trabajó como mesero en cantinas y bares, lugares donde la bohemia, el desamor y la nostalgia eran parte del menú diario. Fue ahí donde comenzó a escribir sus primeras canciones, sin saber música, sin partituras, sin técnicas formales. Todo lo hacía de oído, de corazón y de experiencia.
Su gran oportunidad llegó cuando conoció al cantante Miguel Aceves Mejía, quien quedó impresionado por su talento tras escuchar la canción “Ella”. Cuando esta fue interpretada por primera vez, el nombre de José Alfredo comenzó a sonar con fuerza en el ambiente musical. A partir de ahí, su carrera fue en ascenso permanente.
Compositores estudiaron teorías, armonías y estructuras; José Alfredo estudió al ser humano.
Sus canciones nacían de vivencias reales o anhelos profundos:
– El Rey, quizás su obra más famosa, no fue escrita desde la soberbia, sino desde la dignidad herida de un hombre que lo ha perdido todo, excepto su orgullo. Es el retrato de quien ama, sufre y aun así se levanta diciendo “pero sigo siendo el rey”.
– Caminos de Guanajuato es una carta abierta a su tierra. Cada verso es un homenaje a las calles empedradas, las montañas, las pérdidas y el carácter fuerte del guanajuatense. No es solo una canción: es un mapa emocional del estado.
– Un mundo raro nació del sentimiento de abandono y resignación. Es la historia de alguien que ama tanto, que prefiere ver feliz a quien se va, aunque eso implique su propio dolor.
– Si nos dejan es la esperanza pura hecha música. La visión de un amor libre, lejos del juicio y las imposiciones, donde solo existen dos personas contra el mundo.
– Amanecí en tus brazos refleja la intimidad, la calma después de la tormenta, el momento en que el amor verdadero se reconoce sin palabras.
Cada una de sus obras brotaba de la cotidianidad, de una pena, de una despedida, de una noche larga con mezcal y silencio. José Alfredo fue el cronista de los sentimientos más humanos.

Su estilo marcó una revolución en la música ranchera. Antes de él, las canciones hablaban de paisajes, de patria o de fiesta; después de él, hablaron del alma. Sus letras estaban cargadas de honestidad brutal. Él convirtió el dolor en arte, la derrota en poesía y el desamor en himno.
Grandes voces interpretaron su obra: Pedro Infante, Jorge Negrete, Lola Beltrán, Lucha Villa, Chavela Vargas, Vicente Fernández, Javier Solís, Rocío Dúrcal, entre muchos otros. Sus canciones cruzaron fronteras y llegaron hasta Europa, Asia y Sudamérica, siendo traducidas y versionadas en múltiples idiomas y géneros, desde el flamenco hasta el jazz.
Su vida bohemia también pasó factura. El alcohol, las noches interminables y una salud descuidada deterioraron su cuerpo. Murió el 23 de noviembre de 1973, a los 47 años. Sin embargo, su muerte no apagó su voz: la inmortalizó.
A petición suya, fue enterrado en su natal Dolores Hidalgo. Su tumba, con forma de sombrero y sarape, lleva inscrita la frase: “La vida no vale nada”, verso tomado de una de sus más profundas canciones. Hoy, ese lugar es un sitio de peregrinaje cultural y sentimental, donde turistas, músicos y artistas rinden homenaje al genio guanajuatense.

Datos curiosos que engrandecen su leyenda:
– No sabía leer ni escribir música
– Muchas canciones las escribió en servilletas de cantina
– “El Rey” tiene más de 100 versiones grabadas en distintos idiomas
– Su vida ha sido inspiración para películas, documentales y obras teatrales
– En Japón y España existen festivales dedicados a su música
– Su obra sigue generando regalías y nuevas interpretaciones hasta hoy
– Es estudiado en conservatorios y universidades como fenómeno cultural
José Alfredo Jiménez no solo puso a Guanajuato en las canciones: puso a México en el corazón del mundo. Su legado es parte de la identidad nacional, de las serenatas, las despedidas, los amores imposibles y los brindis eternos.
En cada guitarra que suena, en cada voz quebrada que canta al amor o al abandono, ahí está él: el guanajuatense que convirtió la vida en canción y la canción en eternidad.

Juventino Rosas no solo compuso valses, sino también polcas, mazurcas y marchas, fusionando la elegancia europea con la sensibilidad mexicana.

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En cada guitarra que suena, en cada voz quebrada que canta al amor o al abandono, ahí está él: el guanajuatense que convirtió la vida en canción y la canción en eternidad.