Luis Long: el arquitecto inglés que dio rostro moderno a León

La historia de León, Guanajuato, está marcada por personajes que llegaron de lejos y terminaron echando raíces profundas en esta tierra. Uno de ellos fue Luis Long

Los Rostros del Bajío23/09/2025Contorno BJXContorno BJX

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Arquitecto, relojero y visionario que, nacido en Londres en pleno siglo XIX, acabó dejando una huella imborrable en la arquitectura y la identidad cultural del Bajío. Su vida se despliega como un puente entre Europa y México, entre la precisión técnica y la creatividad estética, entre el destino personal y la construcción de una ciudad que buscaba crecer y modernizarse.

 
Orígenes y juventud en Europa
Luis Long, cuyo nombre completo fue Cecil Louis Long, nació en Londres el 16 de octubre de 1854, en el seno de una familia marcada por el mar y la disciplina militar. Su padre, Cecil Long, era capitán de la marina inglesa, mientras que su madre, Louisa Ruding, provenía de una familia estable de clase media. El destino, sin embargo, lo dejó pronto huérfano. Su padre murió en agosto del mismo año de su nacimiento, y su madre falleció en 1856, cuando apenas tenía dos años de vida.

La orfandad lo colocó desde muy temprano frente a la necesidad de forjarse solo. A los 14 años viajó a Suiza, donde estudió relojería en la región de Le Locle, uno de los grandes centros europeos de esta disciplina. El aprendizaje no se limitó al trabajo minucioso con engranes y péndulos: la relojería le dio un sentido de precisión y de paciencia, cualidades que más tarde trasladaría a la arquitectura. Fue ahí donde también se interesó por la astronomía, la mecánica y el diseño estructural. Esa formación técnica y diversa fue la semilla de su versatilidad.

 
De Europa al Bajío mexicano
Con apenas veintitantos años, Long decidió emigrar a América. El México de finales del siglo XIX era un país en reconstrucción, con ciudades en busca de modernidad y gobiernos interesados en atraer técnicos y profesionales extranjeros. Tras llegar al puerto de Veracruz y pasar un tiempo en la Ciudad de México, eligió finalmente establecerse en León, Guanajuato, en 1877.

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León era entonces una ciudad con cicatrices: había padecido epidemias, sequías e inundaciones, y sus infraestructuras mostraban los estragos del abandono. Sin embargo, era también una ciudad con empuje económico gracias al comercio y a la incipiente industria del cuero y el calzado. Para un joven arquitecto como Long, el reto era inmenso y la oportunidad, inmejorable.

Se instaló en el Portal Guerrero, en el centro histórico, donde abrió una relojería. Poco después, levantó su propia casa en la calle Pedro Moreno, un inmueble que con el tiempo se conocería como la Casa Luis Long. Ahí funcionó su taller, y en la parte trasera erigió una torre de más de seis pisos que lo convirtió en una figura singular dentro del paisaje leonés. Esa casa, hoy convertida en museo y espacio cultural, fue su refugio y su laboratorio creativo.

 
Obras y aportes en León y Guanajuato
La llegada de Long coincidió con un proceso de modernización en León. El gobierno municipal y empresarios locales necesitaban ingenieros y arquitectos capaces de diseñar plazas, mercados, templos y obras de infraestructura. Fue en este contexto que Long desplegó su talento.

En 1885 diseñó y construyó el reloj de la Catedral Basílica Metropolitana de León, una pieza que combinaba la técnica europea con la funcionalidad que exigía una ciudad en crecimiento. Poco después, se encargó de intervenir en la misma catedral, resolviendo problemas estructurales que amenazaban la estabilidad del edificio. Sus aportes no se limitaron a la reparación: también le imprimió carácter estético, reforzando su monumentalidad.

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Otro de sus trabajos más emblemáticos fue la Capilla Morisca del Señor San José, en la que se refleja la influencia orientalizante que en esa época era popular en Europa. Su capacidad para mezclar estilos y adaptarlos a contextos locales fue uno de los sellos de su obra.

La lista de construcciones y restauraciones vinculadas a su nombre es larga: el Palacio Legislativo de Guanajuato, la Escuela Modelo de León, la Casa Madrazo, el Monte de Piedad, el Puente Barón sobre el Río de los Gómez, el Mercado Joaquín Obregón, entre otros. En Jalpa de Cánovas, participó en la construcción de la presa y el templo, contribuyendo también a dotar de infraestructura a comunidades rurales que empezaban a crecer.

Cada una de estas obras muestra a un hombre que no solo reproducía estilos, sino que los reinterpretaba. El neogótico, el neomorisco y el historicismo europeo cobraban en sus manos una dimensión local, adaptada a materiales, climas y tradiciones mexicanas.

 
Carácter y vida personal
Luis Long fue descrito por sus contemporáneos como un hombre reservado, meticuloso y disciplinado. De estatura media, cabello rubio y ojos claros, siempre llevaba bastón y lentes. Tenía fama de ser extremadamente limpio y ordenado, rasgos que se reflejaban en sus planos y en su trabajo como relojero.

No se sabe con certeza si tuvo descendencia, pero su figura fue adoptada simbólicamente por la ciudad. Su casa se convirtió en un espacio de referencia y su nombre circulaba entre comerciantes, religiosos y autoridades. A pesar de ser extranjero, fue asimilado rápidamente como parte de la identidad leonesa, prueba de la influencia que alcanzó con sus obras.

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Muerte y descanso eterno
Luis Long murió en León el 9 de abril de 1927, a los 72 años. Sus restos fueron sepultados en el Panteón de San Nicolás, uno de los cementerios más antiguos y emblemáticos de la ciudad. Su tumba, hecha en cantera verde, se conserva hasta hoy como un símbolo de respeto hacia el hombre que contribuyó a transformar la fisonomía de León.

El sepulcro ha sido restaurado en años recientes para garantizar su conservación. Se mantiene la cruz original y la placa con sus datos, lo que permite a los visitantes identificarla fácilmente. Caminar hasta ella es, en cierto modo, recorrer también el legado urbano que dejó disperso en plazas, templos y edificios de toda la ciudad.

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Comparación con otros arquitectos históricos
El caso de Luis Long no es aislado. México ha tenido otros arquitectos que, siendo extranjeros, dejaron una huella perdurable. El italiano Adamo Boari, autor del Palacio de Bellas Artes y de la Catedral de Morelia, trajo la monumentalidad europea a la capital mexicana. El valenciano Manuel Tolsá, en el siglo XVIII, dejó obras como el Palacio de Minería y la escultura ecuestre de Carlos IV, que marcaron un antes y un después en la arquitectura novohispana.

Más tarde, ya en el siglo XX, el mexicano Teodoro González de León sería quien modernizó la arquitectura con su uso del concreto cincelado en obras como el Museo Tamayo o el Auditorio Nacional. Cada uno, en su época, aportó una visión de futuro. En ese linaje, Luis Long ocupa un lugar especial: no construyó en la capital, sino en el Bajío; no buscó monumentalidad política, sino la transformación cotidiana de una ciudad intermedia que aspiraba a crecer.

Si Tolsá dio rostro a la Ciudad de México virreinal, y Boari vistió de gala al Porfiriato, Long otorgó a León la posibilidad de mirarse a sí misma como una ciudad moderna. Sus trazos fueron menos espectaculares, pero igualmente decisivos.

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Legado y vigencia
Hoy, hablar de Luis Long es reconocer a un extranjero que se volvió leonés de corazón. Sus obras forman parte de la identidad urbana y cultural de Guanajuato, y su casa funciona como un museo que mantiene viva la memoria de su aportación.

Su historia recuerda que las ciudades no se construyen solo con piedra, acero o cantera: se edifican también con visiones, con la capacidad de leer el tiempo presente y adelantarse a las necesidades del futuro. Long lo entendió bien. León, que entonces era una ciudad herida, se convirtió en su taller y en su lienzo.

Casi un siglo después de su muerte, la ciudad sigue caminando sobre el trazo que él ayudó a delinear. Y su nombre, escrito en las placas, en las rutas culturales y en la memoria de sus habitantes, confirma que Luis Long fue mucho más que un arquitecto: fue el hombre que reinventó León para que pudiera convertirse en la ciudad pujante que hoy conocemos.

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